domingo, enero 22, 2006

“Soy yo”…

Soy el primer rayo de luz que mis ojos perciben mientras duermo en el cuarto que fuera de mis padres, soy aquellas jóvenes ramas del árbol que aún crece afuera, que aún se mecen al ritmo del viento, que aún se erigen medida del tiempo y sentido de vida. Soy el viejo camino a la vieja escuela, el sabor casi medicinal de los desayunos del DIF y el vaso azul que solía llevar para tal efecto; soy la lonchera con Gene Simona impreso en ambos lados, soy aquella bebida en embase de oso panda que hace años salió del mercado; soy una multitud de niños uniformados de blanco para hacer honores a la bandera, soy el asta que sostiene el emblema, soy la bandera ondeando viejas glorias y sentimientos chovinistas, soy la fugacidad de la educación primaria, los baños sucios y repletos de leyendas urbanas, soy el azotador en la banca de madera, soy la fiebre de la inteligencia y las clases en la clínica de asistencia social, soy el viejo barrio de calles sin asfaltar, el gris de las colonias populares, soy la música de las aburridas fiestas de adultos, soy aquel baño donde me escondí la primera vez que una canción me conmovió al llanto, soy el listón azul en la bolsa del uniforme, soy los labios de la compañerita y el silencio subsiguiente; soy las grandes distancias, fragmentos de mi país en la soledad de la carretera, soy los brazos de mi padre maniobrando el enorme volante, soy las gafas con que cubre sus ojos mientras conduce el enorme armatoste, soy la casa donde mamá espera mi regreso, soy el patio testigo del cigarrillo vespertino de algunas veces, soy la risa/recuerdo de mi madre. Soy el deseo de hacer ruido, soy más pequeño que el mundo y soy potencia en el cuerpo de doce años que fui; soy el odio, el olor a quemado, la letra gastada, la garnacha de medio día, el anhelo de aire; soy el avión que brinda breve sombra durante el vuelo, soy el libro negro de los ovnis y el primer cigarro, soy la infinidad de posibilidades, soy la bastedad de la noche y su aire frío; soy la muerte esperando por mi mismo y soy la vida negándome; soy el olor a cerveza y el inodoro que lo recibe, soy el agua que se lleva el desecho y soy el descubrimiento de la mierda flotando en la atmósfera; y soy la furia pasajera, y soy la historia que desespera, y soy la conciencia en bruto de miles que como yo salen por la ventana a escaparse del abrazo de la cotidianidad. Soy los ojos que te miran, soy esa boca que te habla y soy tus oídos mientras me escuchas, soy tu primera sonrisa hacia mi, soy tus manos en las mías, soy el calor de tu cuerpo en tu rostro y soy yo entre tus piernas. Soy el largo olvido y el poco valor para resignarse. Soy esta ciudad por las madrugadas, soy esta ansia, este sístole y diástole echándote en falta, soy esta nueva búsqueda, soy cada desempleado, soy cada página en el periódico, soy la lágrima y la nueva música, soy el héroe infante que nunca fui. Soy tanto que no puedo verlo todo al mismo tiempo, soy todo y no puedo sentir la bastedad; soy vida y el ciclo volviendo a empezar, soy la promesa de compañía, el agua anegada en el baño, el suicidio de todos los días. Soy el tipo frente a la mujer, soy la charla omitida, soy el beso robado, las ropas arrebatadas, el espacio a solas. Soy el tipo enfrentando la desnudez de la mujer, soy la brevedad de roce, la amplia caricia, soy el pecho y esa boca que de él bebe, soy la cadera y aquello que la estremece, soy las lenguas tratando el milenario pacto, soy el sexo buscando el femenino abrazo, soy el suave calor de la tarde en declive, soy la perla de sudor abriéndome paso a través de la piel, soy el gesto del coito, soy el clímax inundando aquellos labios…

Soy nueva vida gestándose en tu interior…

jueves, enero 19, 2006

Me quede ante la promesa de compañía
Y dormí, mujer, el sueño de los condenados, me hundí en penumbras de anhelos enmohecidos para desaprenderlo todo, para aprender en ti, para vivir la fugacidad sin remordimientos, conocer la cartografía del cuerpo ajeno, sumirme en el otro y en su niebla encontrar una sombra que se adapte a la mía, para seguirla, como el eterno infante, y al atraparla verificar si puede pertenecerme, para pertenecerle, para poder hablar de mi y decir: "Soy yo"

miércoles, enero 18, 2006

Así que abrí la ventana de nuevo, y me lance, otra vez, a buscarte. Solo que esta vez olvide como había hecho la primera ocasión...

Regresé al hospital, mi amigo el doctor estaba contento de volver a verme. Yo tuve mucho tiempo para contemplar el techo largamente y dibujar en sus leves sombras escenas que había contemplado en mi cabeza, en alguna ocasión, en varios sueños perdidos. Para cuando mis huesos hubieron soldado y pude levantarme, el techo mostraba un rostro muy en el estilo de Munch, y una mujer de tacones muy, muy altos parada frente a un perro amenazado por un árbol que había crecido descomunalmente; sobre ese árbol, un hombre se había apostado a mirar por la ventana, un toro más bien tierno también andaba sobre las ramas y un poco más arriba, unas manos como repeliendo la escena entera y mi insistente mirar.
Fueron esas manos las que me empujaron fuera de la habitación, a mi recuperación. Fueron mis piernas dándome una dolorosa bienvenida, y fue el raro azul de los pasillos el que me tenía grabando en mi memoria las horas y el curso del rayo de luz incidiendo en cada barrote de cada ventanal del recinto. Y mi vida como estancada hasta que una mujer me alcanzo en uno de mis paseos por el largo corredor, la mire, ella sonreía debajo de los cabellos que le caían en el rostro.

-“Te amo por lo que eres, y no por lo que serás”- dijo

-… Yo no te amo.

-“Te amo en esta pausa, en esta posibilidad tan infinita”.

-… Así son las posibilidades todas; nunca te fíes de un hombre mirando a la ventana mientras se encuentra anclado a sus muletas.

-“Te amo aquí, en este momento que es mío y tuyo si quisieras”…

Y quise irme, pero cedí; me quede ante la promesa de compañía…

martes, enero 17, 2006

Soñé sueños de alas y viejos amigos a mi encuentro…

Soñé contigo, y me prometí que sería la última vez. Me obligue a despertar, regresé a casa. En la habitación me esperaba la muerte, que muy seria decía:

"Deberías quedarte conmigo"

Y la mire un rato antes de decirle:

-Mírame, ya no soy tan fuerte como antes, pero aún no voy a ceder, no estoy interesado, en lo más mínimo, en eso que ofreces. ¿Para qué tantos kilómetros en las plantas de mis pies? ¿Para qué tantas noches? ¿Para qué los días y esta memoria? Valen tanto la pena como para tomarte en cuenta, todavía no.

Así que abrí la ventana de nuevo, y me lance, otra vez, a buscarte. Solo que esta vez olvide como había hecho la primera ocasión...
Cerré la ventana, el aire frío se quedo a tomarse un café conmigo…

Y cuando la luz llego para iluminar de nuevo esta parte del mundo, yo ya me había ido. Mi alma se lanzo, desde la misma ventana, a buscar a aquella que había perdido. Yo no podía quedarme en aquel lugar, así que abrí por completo la ventana, y salí detrás de ellos.

Para aliviar la sensación de vacío.
Para salirme de ese cuarto tan frío.
Para gastar este furor que me acaba.
Para darle alcance a mi alma.
Para sentirme un poco más completo durante esta sensación de ingravidez, para sentir el mundo de otra forma, en el aire, como una palabra, como una frase completa, como un avión de papel en vuelo efímero; como una parte de una idea que busca refugio, como un destello en la oscuridad. Vuelo, y en mi vuelo te busco, te anhelo, te invento en el viento que recorre mi cuerpo. Te veo en todo lugar, eres la persistencia de mi memoria, el sabor que le falta a mi saliva; eres la sensación perdida en mis manos, el otro aroma de mi cuerpo; eres la herida en mi costado, la bomba hilarante en mi estomago, la fuerza de mis pies, cada paso dado en rededor y en aras de otro momento más de ti. Eres la larga ausencia, mi confrontación, mi deseo, mi descanso, mi vuelo efímero.

Una vez que hube bajado a la tierra, me encontré lo suficientemente lejos de casa como para pretender regresar a pie. Así que me senté a la sombra de una pared muy larga aunque no muy alta, y descanse ahí.
Soñé sueños con alas y viejos amigos a mi encuentro…

lunes, enero 16, 2006

Mis ojos descansaron el tiempo suficiente para verte claramente, cuando pasabas frente a mi…
Y me quede ahí, como clavado al suelo, pero mi alma fue detrás de ti, pregunto tu nombre a una transeúnte y no o supo, pero le recomendó seguir detrás de ti a preguntarte directamente: ¿Cómo podré llamarte, amor, sin que el aire se lleve mi aliento?
“Llámame amor, no temas, que en mi mar no naufragarás de noche”

Y al otro día me encontré a mi mismo, naufrago de tu cuerpo, de tu espíritu; naufrago de tu voz que alimentaba cada emoción mía y la hacía película gris en vilo y precario equilibrio en mis ojos. Naufrago de razón, pues perdí el sentido de las palabras y muchas cosas; naufrago de sentidos, ciego, sordo, completamente inútil para lo cotidiano, pero experimentando en mi el recuerdo tuyo hasta que se fue gastando. Tenías todos los rostros y ninguno, la medida de tus labios marcaban el ritmo de cada beso practicado en el aire y la promesa del rescate marcando distancias incognoscibles. Naufrago haciendo a vela, improvisando cada respiro, cada palabra, reaprendiendo todo y pretendiendo comenzar aquí una nueva civilización que rompa el flujo histórico, que consuma en llamas cada letra impresa sin motivo, que destruya cada página plena de gimoteos y llantos en tono agudo, y con ese tono beligerante regresar a este lado del mundo, un tanto solo, pero dispuesto a dar fiera pelea por la conquista de este espacio perdido, espacio mío, pero tuyo cuando, apenas abrir la puerta, me topo con tu recuerdo que abre la ventana –la misma por donde saltara la muerte hace tanto tiempo- y se despide para lanzarse al vació de neones y luces traseras y camiones de carga y velas rotas.
Cerré la ventana; el aire frío se quedo a beberse un café conmigo.
Así que me consiguieron un doctor –de asistencia social, claro- y bajo su techo me recostaba a esperar a que se hiciera de noche…
Pero el día insiste en su importancia mientras el doctor pone música suave en un reproductor de CD´s un tanto viejo, elige algo de Elliot Goldenthal, para después instalarse en algún lugar fuera de mi rango visual, y dice:

-Voy a darte vitaminas.

A lo que respondo:

-Eso esta muy bien, pero la verdad es que sufro de insomnio…

Entonces el doctor dijo:

-Siendo así, voy a darte somníferos.

A lo que repliqué:

-Eso no suena bien, soy fácilmente adictible.

Y el doctor repuso:

-Ah, bueno, entonces puedo programar tu ingreso en nuestra clínica de desintoxicación.

Y yo declaré:

-Eso dañaría cualquier otra cosa en mi cabeza.

El galeano repuso:

-Entonces te mandamos a hacer unos encefalogramas.

Cosa que no me agrado, así que respondí:

-Suena maravilloso, pero de verdad que no estoy de humor.

El doctor, un poco intrigado por el nuevo mal, propuso:

-Entonces lo que te hace falta es un análisis de sangre para detectar la falta de sales minerales.

Yo, un tanto aburrido, declaré:

-Doctor, mirar su techo me deprime.

Y el doctor, tan infalible, dijo:

-Entonces te mandaré Transxene 90

A lo que respondí:

-Doctor, no puede darme drogas sin que me quede prendado de ellas.

Entonces, el doctor apareció frente a mi, y puntualizo:

-Entonces, de una vez por todas, te ingresamos en la clínica de desintoxicación mientras controlamos tu falta de hierro y de sueño y esas bajas de ánimo que suelen empeorar.

A lo que repuse:

-Doctor, lo que necesito es salir, cambiar de aire, velar con un objetivo. Necesito un tema nuevo, no esta hacinación de conceptos y prejuicios. Necesito irme de aquí.

Y el doctor finalizo:

-… Si, eso también serviría.

Y abrió la puerta, me palmeo la espalda, y una brisa refrescaba la tan retrasada tarde que –al fin- caía. El mundo había cambiado otra vez, yo mismo me sentía un tanto yo con algo de este nuevo Mi que ahora era.
Camine hasta la orilla del valle, la oscuridad comenzaba a llenar el paisaje.
Mis ojos descansaron el tiempo suficiente para verte claramente, cuando pasabas frente a mi…

jueves, enero 12, 2006

Crezco, y hecho un tanto de menos a aquel que era yo.
Aquella situación comenzaba a desesperarme, en verdad a de desesperarme, así que tomé los vocablos que había aprendido a hilar, y fui a hablar de esto con alguien...
Un hombre como de unos cien años dijo que eso era algo muy normal, que a veces pasaba.
Otro hombre, con la mitad de años que el anterior, dijo que aquello solo era ocio elevado a la falta de sueño, que mejor me buscara otra cosa mejor que hacer.
Una mujer me miro, largo rato, antes de mover la cabeza en negativa.
Mis hermanos me invitaron a jugar otra cosa
Mis amigos me hablaron de cosas que no tenían nada que ver
Un perro me escucho atentamente.
Y eso estuvo bien...
Sin embargo, siempre hay alguno que no esta muy de acuerdo con que convengas en hablar con los perros cuando tienes algo que decir, así que varias personas charlaron entre si y decidieron que era mejor no dejarme salir por un tiempo, por lo menos no mientras el sol brillara tan insistentemente. Así que me consiguieron un doctor –de asistencia social, claro- y bajo su techo me recostaba a esperar a que se hiciera de noche…

martes, enero 10, 2006

Y el vacío lloró lagrimas de cuenca entera.
Y la soledad se hizo tan grande que ya no era posible verla completa si no desde lejos, muy lejos.
Y mi fatal compañera dejó el cuarto saliendo por la misma ventana que diera paso al sueño verdadero……

Entonces el mundo cambió sobremanera y por largo tiempo, amaneció, la luz se abrió paso por entre las cortinas, la cotidianidad arrancaba para aparecerse como siempre, más sin embargo el sol no dejaba de brillar, todas las horas parecían ser la misma, los minutos se habían tornado imperceptibles. La pausa, el vivir en medio de un paréntesis de medio día con un mismo y recurrente tema. Estoy creciendo.

Crezco, angustia adolescente de jarras llenas, de palabras vacías, de fiestas sin sentido y sin rumbo definido; crezco, pregunta de varios días, crezco como la espuma y analógicamente al polvo en el quicio de la ventana. Crezco y veo un poco más lejos y no voy hacia allá, crezco y los pantalones empiezan a no quedarme igual y las miradas otro tanto; crezco y esta luz que no se apaga, este insomnio que no cede terreno, este caminar tanto y para nada, este día tan estancado y esta piel que no consiente que estos huesos se vuelvan tan pesados; crezco y pierdo sentido de la orientación y del dogma, crezco, y hecho un tanto de menos a aquel que era yo…

viernes, enero 06, 2006

Desde el final

La muerte llego de noche, traía consigo noticias para cambiarme el rumbo, dijo que me amaba, pero yo aún no estaba dispuesto a consentir su abrazo, así que le dije:

Amor de Uno en el frío de las dos de la mañana
Amor infertil y desde un principio condenado.

Y la ignoré lo más que pude.

La ignoré a los diez y siete años, a la puerta del templo y cada mañana, cuando salía a correr para deshacerme de la excesiva energía adolescente; la ignoraba en las tardes cuando se instalaba en el punto más alto de la biblioteca municipal, y conjuraba lecturas que me dejaban con el alma clavada en la silla, y la sangre hirviendo, consumiéndome, adelantándome años a mis cogeneracionales; la ignoré cuando, vestida de mujer, entro a mis sabanas, fría, anhelante hedonista orgullosa de su intrigante naturaleza. Entonces, un día, un soplo de verdad entró por la ventana, y las sabanas se llenaron de color, el primer recuerdo se hacia presente, mi infancia comenzó y terminaba en este momento, fuerza incognosible que estaba en mi y con ella llenar de luz la habitación, el edificio/hacinamiento que contiene este departamento donde vine a encontrar refugio, los caminos que son mi andar; aire que es esencia para la vida y vida en rededor. Mi fatal acompañante dijo:

-“Deberías quedarte conmigo”

A lo que respondí:

Amor de Uno en el frío de las dos de la mañana
Amor infertil, desde un principio condenado
Amor sin camino, sin lugar en el mundo.
Podrías quedarte conmigo,
Y morirte, muerte, a la espera del fruto mío.

Y el vacío lloró lagrimas de cuenca entera.
Y la soledad se hizo tan grande que ya no era posible verla completa si no desde lejos, muy lejos.
Y mi fatal compañera dejó el cuarto saliendo por la misma ventana que diera paso al sueño verdadero…

jueves, enero 05, 2006

Samuel/Dora

Dora conoció a Samuel en el baño de mujeres, él, ávido de anécdotas y furor etílico, había entrado para deshacerse de la cerveza que ya no necesitaba, ella, un tanto aburrida y un poco encantada, tomó su cámara fotográfica y se acerco al apartado donde Samuel orinaba, le tomo varias fotos mientras el se llenaba los ojos con las visiones femeninas acerca del sexo y cuestiones varias plasmadas con rotulador en la pared de aquel sitio.
Y desde entonces fue Dora y Samuel para todos lados y en todos lados encontrar un momento para el abrazo y el beso, para ser el Fulano y Mengana, rendirse a uno en el otro.
Entre las cosas que compartían, se encontraba la ilusión del videoasta, esa es la razón que los trajo a la tienda donde trabajo como vendedor de cámaras de video y demás artículos mientras trato de sacar avante una carrera como historiador. Era tarde, de finales de septiembre, ellos llegaron a la tienda, paro no entraron, se quedaron en el escaparate mirando los modelos que ahí se exhibían. Yo decidí esperarlos un poco, pues parecía que él sabía algo de cámaras, y le explicaba a ella cuál sería su mejor opción, después de un rato me acerqué, y comencé a trabajar, les vendí un modelo algo viejo, pero con funciones que ellos buscaban. Se retiraron pronto a probar la cámara, ellos actuaron, puesta la cámara en un trípode, los dos se entregaron al lenguaje de los cuerpos.
Regresaron unos días después, la bocina de la cámara fallaba, grababa sonido, pero no lo reproducía; buscaban cambiar la cámara, y yo estaba dispuesto, siempre y cuando comprobara que en verdad era la bocina, así que saque la cámara, ellos me dieron un videocassette –supuse que algo que habrían grabado, no me imaginaba qué- presione la tecla play, y miré…

-¿Son ustedes?- pregunté.

A él se le subió el color al rostro, sonrió nerviosamente y volteó a ver a ella, quien se dio media vuelta y salió de la tienda, Samuel salió detrás de ella, se escucharon algunos gritos, yo me quedé adentro, esperándolos. Saqué el cassette, guardé la cámara; Samuel regreso, bastante enojado, y me pidió otro modelo de cámara, pago la diferencia, y se fue.
Yo terminé mi papeleo, y cuando regresé al mostrador, una compañera que había visto todo me preguntó:
-¿Qué paso?
-No lo sé, pero me imagino
-¿Qué, qué?
-Creo que aquellos dos grabaron algo de porno casero…
-¡No mames! ¿Por eso estaba tan encabronado ese guey?
-Si, pero yo no ví nada
-¿No? ¿entonces?
-El cassette que me dieron para probar la bocina tenía a una mujer arrastrando a un hombre por la calle, pero estaban algo lejos y no se les veía el rostro, por eso pregunté: “¿Son ustedes?".
-¿Pero, ellos no vieron lo que estaba en el cassette?
-No, pero por como reaccionaron, estoy seguro de que se grabaron ellos mismos y pensaron que me habían dado ese cassette.
-Ay Memo…


Samuel y Dora llegaron a su departamento, comprobaron que su grabación porno casera continuaba donde la guardaron, abrieron la nueva cámara, y pusieron el cassette que le habían dado al dependiente.

Era una grabación para uno de los varios concursos de videoarte en los que pensaban participar.

lunes, enero 02, 2006

Antesala -el segundo antes del nuevo dia-

Y los sonidos comienzan a hacerse màs claros, y el frìo sube mientras por las rejas/protecciòn del ventanal se cuela una nueva luz. El aire contempla la vastedad de la distancia, el tiempo acaricia mi último sueño -el exilio- y mi cuerpo se prepara para el éxodo. Es la hora.

La benignidad de mi tierra mece mi andar en reflexiones de viajero, el camino es novedad antigua y calzada de profundidades ambivalentes, tanto huecas como plenas de significaciòn. Las memorias pueblan mi visiòn, mi corazón late al ritmo del de todos mis conocidos; soy todos ellos y un recuerdo, sueño soñandose en abismo de pensamiento innato, sangre de este padre Universo corre por mis venas, niega mi domesticaciòn, me lleva a todos lados y soy viento llevandom en mi camino cronicas de viaje y bagatelas de existencia, mismas que adornan estas páginas, que son información y otra parte de mi en los ojos de quines halgo de esto han leído. Gracias, a todos ustedes que han dejado un recuerdo en este hogar de muros binarios, gracias por hacerme parte de la visión y un mundo màs grande...

La claridad del nuevo día inunda la habitación, nueva luz para el nuevo comienzo. Feliz anó nuevo.