martes, febrero 14, 2006

Ahora yo era el padre.
Mil pensamientos recorren mi cabeza, pienso, simplemente, nada concreto se asienta en mi mente, simplicidad de millares de colores acompañando millones de imágenes, palabras van y vienen en sincronía con la música del generador eléctrico que hace las veces de grillo sustituto en esta orilla del valle. Ahora yo soy el padre; hijo, no sé cómo explicarte lo que acontece, sucede que haz sido engendrado por uno que en vida no ha sido nunca individuo ejemplar, tu padre no tiene un quinto "ni donde caérse muerto", tu padre nunca se a comportado "como Dios manda", quizá porque nunca habló con Dios -al menos no hasta ahora- quizá porque no puso atención mientras le educaban, quizá por que una vez, patinando, cayo tan aparatosamente que el golpe le haya acomodado algo y el resultado es este hombre que ahora te habla por que... por que estas aqui, por que eres mi nueva vida, tan llena de incertidumbre como la anterior, pero con nuevo significado, pues tu llegada signa el encuentro, por fin me será dado el conocer el amor, incondicionalemente, por que te amo, hijo, te amo ahora mientras espero a que tu promesa se vea cumplida, y pueda mirarte, tocarte, sentir la nueva piel que es continuación de la mía; te amo ahora, motor de la nueva infancia, línea de infinitas sensaciones, dulce ansia de comprensión, esto que cosquillea mi garaganta, este pulsar de dedos, este martillear de lágrimas, esta palabra que no basta para escribir, y que, sin embargo, me tiene insistente frente a esta máquina escribiendo por ti, para ti, y esperando, todavía, y todavía, a verte, solo a verte para entregarte de mi algo más que la semilla de vida, entregarte estas líneas y ninguna, y esperar a verte, solo a verte, durante el resto de mi vida...
Soy nueva vida gestándose en tu interior.
Soy un minuto de sobra, un respiro; lapso muerto que en su incognosible existencia encierra infinidad de momentos igualmente indescifrables, Ahora, de vuelta a este lado del mundo, miro de frente la posibilidad de hacer carne aquel anhelo, tan humano, de aferrarse a esa diminuta posibilidad que signa tu compañia, esa que contradice todos los pronosticos y destruye la rutina...esa infima esperanza que siempre guardamos y mantenemos viva para que, vivir, sea mas que un intento con baja probabilidad de dejarnos satisfechos. Ahora, despues de ceder tanto y tanto, tenemos algo en común, algo... tan demasiado y tan poco que a sido necesario respirar por cada poro, miles de veces, para recuperar el aliento. ¡Que sensación tan adolescente! en un instante, las perspectivas se perdieron, crecieron, se tornaron muy otra cosa; la fuerza abandonó mis brazos para que mis piernas pudieran llevarme, mis ojos se nublaron para que mis oídos pudieran escuchar, mi sangre hervía, los sentidos restantes se me embotaban, y la negación golpeaba mi columna vertebral mientras la vida susurraba, dulcemente, Oh mio Babbino caro, para que una ligera sensación de abandono engrandeciera rededor mientras un aplauso levantaba la multitud de ficciones que se habían citado en mi cabeza para hacer de ese momento, el lapso muerto, el minuto de más, más largo de mi inçcognosible existencia.
Al minuto siguiente, se había terminado mi condición de hijo.
Ahora yo era el padre...