miércoles, agosto 30, 2006

Letras de bienvenida



Estuvimos 16 días en el Hospital Pediátrico de la Villa. De aquellos días me llevo imágenes de los peregrinos que viajan cientos de kilómetros para rendir tributo a su fe en el templo que enorme se erige a espaldas de este cerro del Tepeyac. Me llevo noches de frío envueltas en llantos infantiles, calles negras, peligrosas y llenas de suciedad mercantil y olor a orines de ebrio paseando la mona. Me llevo la camaradería de aquellos guardias que velaron circunstancialmente conmigo y los otros padres que esperábamos por el bien de nuestros hijos, me llevo todo eso, junto con los largos minutos que sucedieron a la salida de la pequeña, y allá viene ya, envuelta en un cobertor amarillo y el esplendor de la alegría de su madre.
Me llevo a mi hija, aún hay que guardar reposo, pero ahora ya estamos juntos de nuevo, sin casa, pues la casera del departamento donde habíamos vivido los últimos ocho meses no nos permitió quedarnos como familia, pero ese es el menor de nuestros problemas. Confío en que un nuevo código postal nos alberge el tiempo suficiente para conocernos.

Silvana.

Naciste un 30 de julio, en domingo, muy temprano. Mi alma pendió de un hilo durante varios días, pero ahora que estas con nosotros puedo verte largo tiempo y decir: “La vida se hizo presente, y tiene mis ojos…” Y mi tiempo, pequeña, es tuyo, este nuevo miedo es empuje y nuevos motivos para continuar, de verdad continuar, y detenerse siempre que sea necesario, como aquellos días de agosto, en que fue necesario esperarte un poco más para poder hablarte sin intermedio de un cubre bocas y ambiente aséptico. Esperarte Silvana, por días, semanas, años, con todas sus noches.

martes, agosto 29, 2006

Letras de nuevo comienzo

La tarde que Cyn salió del hospital no pudo ver a Silvana por que los doctores no son nada flexibles en los horarios de visita, solo me han llamado a mi para sostener a la pequeña en la sala de rayos X, pues necesitan placas para observar su evolución, La pequeña a perdido peso, se le nota delgada, no llora cuando la sostengo de la forma que el médico necesita –levantándola por las axilas, sosteniéndole la cabeza con los dedos y la placa con los antebrazos- para hacer el estudio, me preocupo, sin embargo, los doctores se muestran muy optimistas con el estado de la bebe. La mantienen en observación, bajo tratamiento, en ayuno y alimentada vía intravenosa en la cama 40.
La tarde que Cyn por fin pudo entrar a ver a Silvana, lo hizo guiada por otra madre recién dada de alta que también estaba ahí para ver a su hijo, pequeño de siete meses y en incubadora. Ahí, en la sala de espera, veo a mi esposa alejándose acompañada por aquella otra mujer, muy jóvenes ambas, caminando lento debido a la operación demasiado reciente. Allá van ellas dos y mi corazón partiéndose por las noches de espera, pues la guardia en un hospital siempre es dura, más aún cuando se esta en un hospital infantil, vez mucho, niños con la mano o la pierna rota debido a sus travesuras o el descuido de los padres, niños enfermos de gravedad, otros casos que son solo sustos, algunas veces también se ven morir a los pequeños. No quieres enterarte de esto, pero no puedes irte, no sabes en que momento te llamaran por motivos de tu hija, así que no te vas a pesar de ves entrar y salir a fragmentos de familias preocupados por la salud de sus niños, los miras desde el fondo de la sala de espera, donde hace menos frío, o eso piensas, y te quedas afuera, esperando sin esperar, y de repente la puerta del consultorio se abre, y es el rostro grave de la madre que se prepara para quedarse a velar a su hijo, y es el rostro grave del padre que sabe debe guardar calma, es el llanto de la madre, apenas de pie, sosteniéndose en el umbral y llorando lo inevitable mientras el padre no puede creer que aquello este pasando, que pasó. Por todos ellos, por mi esposa que da vuelta en la esquina y se pierde en la laberíntica estructura del hospital, por Silvana, por esta incertidumbre envuelta en horas sin reportes, espero. Regreso al asiento –siempre te piden que tomes asiento- y guardo silencio mientras me pongo a vigilar el reloj y su marcha.
Cuando Cyn regreso, ya se había decidido Silvana entraría al quirófano al día siguiente, aún no sabían a que hora, pero ya era un hecho. Intervendrán a la pequeña por que no hay otra forma de ayudarle que la corrección por cirugía. A la mañana siguiente ni siquiera me dejan llegar a la sala de neonatos, pues la bebe esta en quirófano, solo entrego los pañales de aquel día y regreso a la sala de espera, pero me detengo, pienso en las promesas de los abuelos, pienso en mi particular falta de fe, y me siento imposibilitado para pedir. Los ojos se me nublan, aspiro un poco de aire, me siento en la silla mas cercana, y la entrego, entrego a mi hija a aquello que llaman destino, dios, padre, hermano, alma encallada, aciaga espera; que suceda entonces, confió en la fuerza de aquella que como mujer es más fuerte que yo, hombre, apenas hombre y muy cansado… ahora debo irme, regreso a la sala de espera a acompañar a mi mujer, a aquellos que nos acompañan hoy, a gastar estas horas en espera del cirujano y sus noticias.

Tras horas después nos mandan llamar, los médicos se ven tranquilos, eso me tranquiliza, nos dan algunos detalles de la cirugía y en resumen la nena esta bien, esta muy bien, recuperándose, pasarán varios días más antes de que pueda comer por si misma, pero ya solo falta eso, ya solo falta esa espera. No nos dejan ver a la pequeña, pues la hora de visitas terminó hace mucho, será mañana, mañana, mañana.

Mañana comienzarán los últimos días de esta larga espera…

lunes, agosto 28, 2006

Letras de sala de espera

Otro día, nueva luz ilumina esta espera, muy temprano me mandan llamar, es otra trabajadora social, mucho muy distinta a la que me atendiera la primera vez. De inmediato me pone al tanto de la situación, me pide que no me vaya muy lejos, que necesito quedarme pues en cuanto encuentre lugar en alguno de los hospitales infantiles de la red con la que están conectados, me ofrecerán el lugar y si no estoy en ese momento regreso a la fila de espera. Acepto y regreso a mi asiento, el televisor sigue encendido, las noticias de nuevo: esta mañana también hay que preocuparse por los simpatizantes de la Coalición por el bien de todos, pues ejercen su derecho de protesta bloqueando calles y tomando el Zócalo como base. Mierda, la ciudad es un caos. Me llaman de nuevo, es el traslado, los doctores llevan a cabo los procedimientos mientras yo espero, un chofer comienza a hacer maniobras con la ambulancia, nunca he estado en una, me pongo un poco nervioso, más cuando traen una incubadora, una doctora muy joven da instrucciones al camillero que trae a mi hija. Me acerco, trato de ver dentro de la incubadora, pero esta cubierta con un cobertor para que la luz no lastime los ojos de la pequeña, no puedo verla. Cuando la suben en la ambulancia me indican que suba con ellos, la doctora nos acompaña, también viene con nosotros la trabajadora social. El Chofer pregunta si debe prender la sirena, pues hay demasiado tráfico, la doctora asiente y trata de ponerme al tanto obligándome a repetirle los informes que hasta entonces me habían dado. Trato de ver a mi hija, de escuchar a la pediatra, de ver el camino. No puedo ver a la bebe porque sigue cubierta por el cobertor, además de que la doctora hace demasiadas preguntas, el camino esta lleno, el tráfico es terrible, nuestro destino es el hospital pediátrico de La Villa.
Llegamos, hicimos el doble de tiempo del que normalmente se hace en auto. Las sirenas ahogan su llanto y bajan la incubadora que transporta a mi bebe. Me hacen acompañarlos hasta la sala de neonatos, me dan el resumen clínico y me piden que le saque dos fotocopias… Salgo corriendo a buscar una fotocopiadora por esos lares, la encuentro después de cruzar el mercado de la villa, lugar sucio donde se venden artilugios religiosos, dulces y comida para los peregrinos. Regreso al hospital, me presentan al doctor Caramillo, hombre viejo y moreno, sin una cana asomando en su cabello, vistiendo camisas de colore brillantes y de un eterno muy buen humor, me habla acerca de la condición de mi pequeña, lo hace de manera optimista, me presenta a los cirujanos que intervendrán a la pequeña, y me despide, me pide que me valla a casa, que descanse porque: “toda persona que se queda a esperar sobrevive a base de gansitos y refrescos, con eso, cualquiera esta que se lo lleva la fregada” Así que me mandan a hablar con el resto de los trabajadores del hospital para realizar los tramites necesarios para el ingreso, y me advierten: “Va a estar aquí varios días, la visita es a las doce, ahí puede usted hablar con el doctor, él le dará el reporte diario de la evolución de su bebe. Necesitamos ocho pañales diarios.” Y voy a por los pañales, y regreso, y me dejan en la sala de espera a eso de la una treinta p.m. Tomo asiento un momento, solo para descansar un poco, respiro y tomo dirección de regreso al hospital de la mujer, donde esta mi esposa, para verla, para informarle acerca de nuestra hija. Ella se encontraba en un segundo piso, en una cama cercana a la puerta de la sala que guardaba a un pequeño grupo de madres. En cuanto me vio me estiro los brazos con urgencia, corrí a abrazarla, la bese, ella lloraba en silencio, Le explique que todo estaba bien, que la pequeña estaba ya en el hospital, que allá estaba bajo vigilancia médica. Ella me contó que nadie le decía nada, que no sabía nada de su bebe, que no pudo verla bien en cuanto nació, pues estaba drogada y la pinche enfermera solo le puso los pies en la cara. Se calmo un poco, me pidió que le ayudará a levantarse. “Si camino sano más pronto.” Y me llevo a la puerta, y me despidió casi de inmediato. “Ve con ella,” Fui de regreso al hospital infantil. Y de nuevo llego la noche, y de nuevo me encontré en la sala de espera, una muy distinta, con unas sillas donde es imposible quedarse más de una hora sentado. La madre de Cynthia llego, me ofreció hacer esa guardia, y le tomé la palabra, regresé a casa, y me fue imposible dormir; tomé algo de ropa sucia y la lavé, prendí el televisor y me encontré con la noticia de los campamentos de resistencia civil de López Obrador, pero no entendí mucho, me fui a la cama a esperar el otro día.
Temprano fui al hospital. Al mediodía pase a la visita, en la sala de neonatos, donde me hicieron lavarme las manos para ponerme cubre bocas y gorro y bata, para lavarme las manos de nuevo, y entrar. Mi pequeña estaba aún en incubadora, tenía una sonda en la boca por donde estaban drenándole liquido biliar, la alimentan por sonda. Ella esta despierta, tranquila, es la primera vez que la veo realmente. Ella es blanca, tiene mucho cabello, la nariz de la mamá, y unos ojos enormes.

-Hola bebe.
¿Cómo estas?
¿Te duele?
Tu mamá aún esta en el hospital, pero hoy la van a dar de alta, le pedí a tu abuelo, a mi padre, que la recibiera, ellos la acompañan ahora. ¿Me escuchas? Ahora todo va a estar mejor, el doctor me dijo que habías sufrido, pero ya estas acá, y yo contigo, bebe, no estés triste, no me dejan estar acá, contigo, pero voy a estar afuera, en la sala de espera, hasta que te dejen salir…

-¿Sabes? Tus abuelos me preguntaron si había pensado en bautizarte antes de que entraras al quirófano, y la verdad es que no sé, no sé. No soy un hombre de fervientes creencias religiosas, pero la fe de aquellos hombres y mujeres esta puesta en ti…

Así que me acerque un poco más a la incubadora, y con una señal de mis manos bauticé a la pequeña en el nombre del padre, del hijo, y del espíritu santo…

Le puse por nombre Silvana…

viernes, agosto 25, 2006

Letras de entrada de urgencias

-Oye…
-Si.
-Prende la luz.
-¿Ya?
-Creo que me hice pipi.
-No manches
-No sé, prende la luz.
-No, no es pipi
-Vámonos.
-¿Cómo te sientes?
-Bien, nerviosa.
-Yo también, nos damos un baño rápido y nos vamos.
-Voy a llamar a mi mamá.
-… ¿Qué paso?
-Ya viene para acá.
-Ok.
-No se te olvida nada.
-No, bueno, no sé.
-Teléfono, contesta.
-Es tu mamá, ya está abajo.
-Vamonos pues.

Partimos, eran las seis de la mañana. No sabíamos a donde ir, así que llamamos aquella amiga enfermera para que nos aconsejara, nos recomendó ir al hospital de la mujer, por la cercanía. Tomamos rumbo, las contracciones iban en aumento. Cuando llegamos Cynthia apenas podía caminar, entramos por urgencias, con los resultados del último ultrasonido por delante, la doctora qué nos atendió los tomo y me pidió que saliera, que estuviera al pendiente pues en cualquier momento me llamaban en recepción para pedirme datos, datos. Para entonces ya había olvidado mi dirección, mi edad; la mujer que tecleaba estaba frente a la máquina de escribir hablaba enérgica para traerme de vuelta, a duras penas pude responder sus preguntas, me pidió que fuera a tomar asiento, y allá voy, a gastar la maldita espera.

Hago algunas llamadas, regreso a la sala de espera.

Me llaman alrededor de las diez a.m. Es el reporte del estado del bebe y de la madre:

-¿Le dices tu o le digo yo?
-Tu mera.
Fue una niña midió 50 CMS. Pesó tres Kilos, se le reporta grave…

Grave.

¿Y la mamá?
¿Puedo verla?
¿Puedo ver a mi hija?
Grave no me sirve, necesito saber que tiene…
¿Por qué me pide que guarde calma?
¿por qué cree que puedo regresar al asiento así nomás?
¿Puedo ver a mi hija?
¿Puedo verla?

No, no puedo. Contraindicación de la doctora que la atiende…

El resto del día es un desastre, regreso a hacer llamadas por teléfono, quiero que alguien más nos acompañe, quiero hablar con alguien. Tengo miedo. Comienzan a llegar amigos, conocidos, familiares. No puedo atenderlos. Me preguntan por la bebe, pero no sé más que ellos. Cuando me vuelven a llamar me informan que la bebe necesita un traslado, pues no pueden atenderla ahí. Me llevan con la doctora, no me saca de dudas, me repite lo que ya sé, solo que ahora ella pronostica una posible atresia intestinal, pero no esta segura. En Trabajo Social aseguran que Cynthia dijo que tenía seguro social, que el traslado les corresponde a ellos, a los del IMSS. Yo les digo que no, que de tener seguro no estaríamos ahí; con todo me mandan a buscar el carnet de derechohabiente de Cyn, y allá voy, a la clínica que le corresponde, que esta en el estado de México por que supuestamente esta registrada con la dirección correspondiente a casa de su madre. Allá me dicen que no, que ella no esta dada de alta en el IMSS, que si quiero que atiendan a mi hija ahí que voy a tener que darla de alta, pero yo no tengo seguro social, por lo que me dan opción a comprarle un seguro facultativo y mil tramites más que solo me hacen más difícil el panorama. Después de mil requisitos decido que no, que ellos no pueden ayudarme debido a su imposibilidad de atender a tanta gente que necesita el servicio. Regreso al hospital a hablar de nuevo con la trabajadora social, a comentarle mi problema, ella no parece muy dispuesta a ayudar, así que lo deja pendiente para el próximo turno. Son las seis de la tarde, y por lo visto no puedo hacer más que regresar a la maldita espera.
Salgo a encontrarme con mi familia, con mi gente, ya me cuesta trabajo guardar calma y compostura, aprieto la quijada, camino aprisa y no pienso, sólo reacciono a las actuales circunstancias. Hablo un poco con mi gente, les digo que ahora es cuestión de esperar a que ellos, en el hospital de la mujer se encarguen del traslado, lo difícil, según me explican, es encontrar lugar, mañana, a partir de temprano, comenzarán a buscar en la red de hospitales pediátricos con los que están conectados… Así que me quedo, solo pues no puede permanecer más que un familiar en la sala de espera. Tomo asiento y veo el televisor sintonizado en las noticias, me entero que simpatizantes de la Coalición por el bien de todos han decidido hacer un campamento/plantón en el Zócalo e Insurgentes en protesta por los resultados electorales, grandes noticias. Mi particularidad no me permite ir más allá, pensar más allá de las puertas que llevan al interior del complejo hospitalario, en donde mi pareja y mi hija se encuentran separadas, sin que me dejen verlas para llevar noticias una a la otra. Los siguientes reportes no dicen más: la pequeña esta grave, la madre en recuperación. Tomo asiento cerca de una columna, recargo mi cabeza allí y trato de guardar paciencia de roca milenaria.
Pienso en mi hija.
Y la calma cede a un breve y silencioso llanto que traigo atorado desde hace varias horas…