miércoles, septiembre 05, 2007

Aquel que escribe hasta el cansancio

Hay una hambre quinesico que no se sacia, solo se olvida. Se olvida con el devenir de los días, con la puntual presencia de la conmoción citadina y sus minutos contados, con la presencia del prójimo y la próxima parada, con la paga del alquiler y la falta de agua y letras que llenen el vació nocturno huella del hambre antes citado.
Los ojos duelen, la espalda pesa, la roca rueda, y la noche termina sin que logre encontrar el interruptor para apagar la maquinaria, me lleno de ansia, de anhelos, fragua de sueños incompletos y condicionados por mi circunstancia, velo insomne de franca falta de fuerza presente en estas líneas que van, de a poco, desdibujándose, perdiendo claridad de su propia idea y naturaleza, sin embargo, no puedo parar, necesito seguir hasta topar de frente con la cara del cansancio, que me derrumbe a mitad de la visión, que me tienda en la lona de mi propia incertidumbre y que deje ahí, envuelto en la paz de aquel que al fin se detuvo
Y duerme
Y duerme
Esperando que la noche, por una vez, sea ligeramente más larga que la vida.