miércoles, abril 13, 2005

Llegar

Apenas abrir la puerta, un soplo de aire se cuela y llena la estancia de una sensación de vacío vacío de todo, menos de aquel breve murmullo que signa todas tus charlas pasadas. ¡Que tontas ganas de verte! Enciendo el radio para que sea otro el rumor que quiebre el silencio de este cuarto, cada canción habla acerca de mil cosas que no entiendo; me recuesto y me pongo apensar en la actual futilidad de todas las cosas, en la apariencias y su subjetiva naturaleza, en la falta de ánimo para cambiar de rumbo y en el consuelo de ser escuchado de vez en cuando. Entonces giro sobre mi costado para charlar contigo, te encuentro en las pocas líneas que componen mis manos, en tu rostro que se funde en el techo, en las liguitas que perdiste y/o dejaste olvidadas en mi cuarto, en las tardes/noches en el paraiso de C.U.
Te echo mucho de menos, no me lo permito. Te dejo ahí, en el cuarto que llenas con tu ausencia. Tomo un cigarro y una chamarra y parto a dar largos paseos nocturnos esperando no encontrar si no a mi -en la habitación- cuando vuelva...

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