miércoles, septiembre 05, 2007

Aquel que escribe hasta el cansancio

Hay una hambre quinesico que no se sacia, solo se olvida. Se olvida con el devenir de los días, con la puntual presencia de la conmoción citadina y sus minutos contados, con la presencia del prójimo y la próxima parada, con la paga del alquiler y la falta de agua y letras que llenen el vació nocturno huella del hambre antes citado.
Los ojos duelen, la espalda pesa, la roca rueda, y la noche termina sin que logre encontrar el interruptor para apagar la maquinaria, me lleno de ansia, de anhelos, fragua de sueños incompletos y condicionados por mi circunstancia, velo insomne de franca falta de fuerza presente en estas líneas que van, de a poco, desdibujándose, perdiendo claridad de su propia idea y naturaleza, sin embargo, no puedo parar, necesito seguir hasta topar de frente con la cara del cansancio, que me derrumbe a mitad de la visión, que me tienda en la lona de mi propia incertidumbre y que deje ahí, envuelto en la paz de aquel que al fin se detuvo
Y duerme
Y duerme
Esperando que la noche, por una vez, sea ligeramente más larga que la vida.

martes, agosto 21, 2007

A Silvana en su primer año...

Desde siempre formas parte del mundo, nada tendría mucho sentido sin ese toque de frutas esparcidas en el suelo, o las boronas de galleta en todas partes. Que aspecto tan gris y correcto es la falta de una huella de leche en mis hombros, que ocio tan brutal el no tenerte entre mis brazos, o tendiéndote el dedo que te hace falta para sentirte segura y dar paso tras paso hasta alcanzar tu cima. Desde que llegaste soy más fuerte; levanto un kilo más con cada mes que transcurre y transcurre entre la negligencia inocua y la corrección de estilo que a poco van dejando ver la mujer que eres, y qué cosa tan maravillosamente beligerante, tan tercamente dulce y sedienta de camino y agua salada. Nada de este tiempo vale tanto como las mañanas de media luz y sonrisa entera, como tu atención a las cosas adultas y a las pequeñas, como la marca de tus ocho dientes o tus necios rizos. Conocerte es sentirlo todo de una vez, aprender de nuevo acerca del mundo. Mira la orilla que resplandece con una nueva luz, que distinto el aroma del café, la medida de las escalones, el andar de los perros callejeros. Que distinto el vuelo del ave, el anuncio luminoso, el globo que se deshincha con los días y las horas llenas de ti. Y si bien es cierto que festejo tu siesta, anhelo también tus horas diurnas y hosco abrazo, y más días hasta llegar a tu próximo cumpleaños, Vida, mi Vida.
Felicidades por todo…

martes, julio 24, 2007

Aquel que se enfrenta a la idea

El amor, con todas esas letras, es un concepto idealizado. Idea revisada hasta la nausea que se pierde en los hilos del particular en turno. Me sumo a la maraña.
Nada más enfrentar a otra persona las complicaciones se hacen presentes, a distintos niveles, desacuerdos, les suelen decir, y pueden ser pocos, mínimos, pero existen, y esa nota, ese ser disímbolo a nosotros es el motivo que va abriendo brechas entre congéneres, y esto a un nivel puramente superficial, cuando se trata de intimar, entonces casi todo se a perdido…

Por que no hay dos que juntos sean uno, y que fastidio.

Pero esto no nos lo enseñan, lo aprendemos a la mala, casi siempre cuando hemos quemado nuestros siete científicos cartuchos. ¿Es esto culpa de nuestros padres? No, a ellos tampoco les enseñaron esto, sin embargo, les enseñaron a aguantarse y joderse con sus decisiones, y trataron de inculcarlo en sus hijos, no más que estos últimos crecieron en una época donde cambiar de opinión es derecho divino -¡Aleluya!- y nos gusta hacer uso de este hasta la embriaguez o la pena, lo que llegue primero, y mientras decidimos de nuevo, perdemos rumbo, dirección, y nos quedamos con la idea del amor entre las manos y las ganas entre las piernas mientras decidimos otra vez. En ese momento nos detenemos, volteamos para vernos en perspectiva, adolescentes, chamaquitos de 12 o 13 años, sublevándonos a nosotros mismos, o eso intentamos mientras juntamos coraje e ingenio para acercarnos a la compañerita que ya nos mira, que ya sabe a que vamos por que la sangre se nos a agolpado en la cabeza y no baja, y la lengua se nos hace de piedra, y todos los poros del cuerpo están abiertos y dejando escapar la mitad de nuestro peso por ahí, y hablamos de nosotros, de quienes somos en ese desafortunado momento, destinados a saber de una buena vez que a las niñas de nuestra edad no les interesamos, y allá va, la chica que me gusta con el wey que le gusta, y yo me quedo solo y estas líneas como atisbo de lo que viene. Una oportunidad, única, irrepetible, de saber cómo, qué hacer para acercarme al otro, el otro que me acepta, que me mira, que me hace sentir bien cuando pone su mano en mi rostro, en mi pecho, y va bajando hasta que el tacto se hace fuego y exilio de uno mismo, ya no existen dos, solo un momento que se extiende hasta estos días, este instante, y con el siguiente golpear de teclas termina, y de aquello solo queda la sensación, la memoria, por que el otro ya se ha ido, a cambiado de opinión o de rumbo, y nos a dejado ero que antes, por que ahora sabemos lo que es estar con otro. Y allá vamos de nuevo, salimos a buscar; buscamos a tientas, de velada intención o francamente. Buscamos en todos lados y en ninguno, y estamos en paz a ratos y a ratos desesperamos hasta que lo conseguimos, un nuevo contacto, el ansia se sacia y las ganas se encienden de a poco hasta que son demasiadas o hasta que caemos en cuenta de que eso no es lo que buscamos. La idea regresa y nos hace cambiar de rumbo, y allá vamos otra vez, de regreso a quien sabe donde, pero impulsados por una especie de conocimiento no aprendido, no aprendido y lo demostramos cuando nos descubrimos a nosotros mismo hambrientos, con la perspectiva borrosa, en brazos de alguien, o quizá entre sus piernas, quien sabe. El caso es que estamos otra vez gastando tiempo cuando la adolescencia terminó, y hace mucho, pero insistimos en la importancia de algo que no tenemos claro, ninguno, y allá vamos otra vez, y otra vez, y otra vez, hasta que nos asalta de nuevo la idea, el amor escrito con mayúsculas, y no entendemos nada. Prueba de ello son estas líneas que van y vienen, no te he llevado a ningún lado, es hora de aceptar que no sé nada del tema, no entiendo, nací con el sentido amoroso nublado, y sin embargo, me atrevo a escribir de nuevo amor en esta ansia de entender, un poco al menos, de que se trata esto, que encierra la palabra, que es de esta idea tan inexplicable.

Inexplicable.

El amor, así escrito, es un concepto incognoscible, idea llevada al extremo puritano y de ida a la pérfidas, deformación crónica cuya fealdad esconde los rastros de su verdadera naturaleza, cerebral, anímica, espiritual, cualquiera que sea o quiera ser considerada. Es en este punto donde comienza la obsesión, cuando tratamos de entender, cuando forzamos por hacer que la cosa sea cuando ya no hay remedio, cuando trabajando la idea nos olvidamos que el otro es otro y no reflejo de nosotros mismos. Cuando nos damos cuenta de que lo que hacemos es enfrentar a alguien más, entonces la relación se hace competencia y por circunstancia, uno tiene que perder, así, sin más. Perdemos el piso por educación, por que esto escrito toma tiempo aprender, no esta escrito en la generalidad a pesar de que sucede todo el tiempo. ¿Y qué más? Nada, esto es resumen de todo lo aprendido en este tiempo, y de esa forma, confuso, enredado, con mil ramas. A nadie engañé, desde el principio sabía que esto terminaría de esta forma, sin embargo, me aventuro a escribir por que, por alguna razón, quiero saber, entender, al menos deducir un poco, un poco. Qué es esto, qué hay en estas líneas recién escritas, qué sobre el amor…

Qué.

viernes, julio 06, 2007

Aquel que suele salir un poco desencantado del encuentro

El trasero me duele como cuenta estancada, pero no puedo dejar esta línea para otro día, otro día puede sucederse en mitad de la calma y así no puede escribirse nada, nada es poco más que este circulo, potencial abismo de desencuentros y memorias enterradas, errores no comentados, faltas no aceptadas pero que van acumulándose por miedo al otro, incognoscible omnipotente aquel que sin estar presente hace caer sobre los hombros la piedra de Sísifo, y con ello la parálisis, la abulia, la negación de seguir avanzando con tremenda carga a cuestas. Hermano, no seas pendejo, si la roca rueda colina abajo déjala ahí, regresar es instalarse en el cíclico ir devenir de lo correcto, sin complicaciones, trivialidad de alcance ínfimo e impregnado de colectivo acervo idiosincrásico, de pasillito interminable, de fila burocrática, de tarea ineludible, y tu engordando, estancándote en los años que no tienes, vibrando a la menor provocación de la memoria. Adelante no hay nada, las palabras pueden perdurar milenios, pero no son nada por si mismas. Ven, sal conmigo, sube la cuesta, salta, descárnate, el otro sigue presente, pero no debes tenerle miedo, nada hay en él que no encuentres en ese lado del mundo que se esta hinchando debajo de la espalda, déjalo hablar, y escucha, pero no te comas esa mierda, que es de mal gusto. Ahora ven, sigamos, pongamos especial énfasis en la resonancia de los dimes, esculquemos en los diretes, anotemos cada ocasión en que los dichos alcancen los decibeles suficientes para rompernos los oídos o los odios, y dejémoslo por la paz, carajo, que el viaje ya se a hecho demasiado largo, demasiado chocante para con la condición humana que es, simplemente.
Ahora ven, trae arrastrando todas aquellas consignas de per capita si quieres, yo me adelanto, voy a ver que hay atrás de la cima, que empiezo a sospechar con tanta habladuría que allá atrás no hay nada.


Foto: Escape, de la serie Acanemia de Fernando Castañeda

sábado, junio 16, 2007

Aquel que una noche, tan parecida a aquella, recuerda

Se conocieron circunstancialmente, sin exclusiones. Extremos que azarosamente se tocan para ser fugaz exponente, detonante de hilaridad en la base del cuello y el cosquilleo en la punta de los dedos. Y esas charlas que desnudaban al otro, y esos silencios que los llevaban al punto más alto de la comunión humana para, al terminar el día, alejar la circunstancia antes que el exponente detone en imparable fragmento de cada uno en otro. Una noche ella dijo: “El guardia debe pensar que eres mi pareja, eres el hombre que me trae a casa todas las noches”
Y él pensó:
Deberíamos hacerlo, deberíamos hacerlo y quitarnos las ganas de abrazarnos hasta que amanezca. Deberíamos hacerlo y así tu podrías hablarme cada que me necesites, o pedirme que me vaya cuando no me necesites. Deberíamos, y así yo podría venir a buscarte cada día y a veces de noche, y así me quitaría estas ganas de besarte ahora…

Pero no dijo nada.

Pasaron algunos años, ellos se veían un poco menos, un poco menos, hasta que decidieron volver a buscarse, y así paso un noche en que se abrazaron hasta que la luz, y la circunstancia, los obligo a separarse de nuevo y verse un poco menos, un poco menos, hasta que ella conoció a alguien, y se marcho.
Él debióaceptar para si todas esas cosas que debe estar pensando en este momento, pero no lo hizo. Dejó que el momento pasará y que en él se volviera eterno.
No la volvió a ver…

martes, junio 12, 2007

Aquel que entiende un momento

Cada mujer, cada hombre, lleva en su naturaleza ese algo que les hace ser yo, que de alguna forma los define. Nadie puede tomar ese algo prestado, se tiene o no, y cuando uno se vuelve conciente de ello tiene aún la opción de usarlo o dejarlo. Es por eso que me inclino a pensar que ese algo nuestro –esa ansia, ese don, esa entraña imparable- necesita a su vez alimento y motivo. Para muchos ese almuerzo es compuesto de sensaciones y emociones de un día, de un segundo. Alegria per se que existe y no entraña, no arrastra, ocurre como un placentero sueño del cual no recordamos nada o muy poco. Por otra parte, hay rastros como costras que uno sigue por que es ahí –en ese otro lado, en ese anhelo, en esa busqueda- donde ese yo nuestro encuentra aquello en donde se place: la extraña alegria de estar un poco triste, por los motivos que fueran. Ese deshacerse de a poco retumba en mi interior a grado tal que me obliga a sentarme para darle salida, escape, al cúmulo de emociones que avasallan mi yo y me hacen aquel que esto escribe, aquel que observa el mundo y toma nota de él para entenderse un poco a sí mismo, para despues, poder salir de mi y ser parte de algo más grande, contenido en este cuerpo pero que es conjunto de algo más duradero y terriblemente difícil de explicar.
A veces, en esos lapsos de observación, en ese parentesis de nostalgia, se sucede una súbita comprensión que destella de tal forma que perdemos perspectiva, pero no importa porque en ese mometno somos pura emoción, mar de sensaciones que irrigan nuestra playa de tal forma que sentarse y escribir de ello resulta tan complicado como explicar aquello que tan de repente se a entendido. No hay forma, nuestra concentración esta puesta en esas manos que nos acarician, en ese viento que refresca nuestro rostro o en esa lágrima que resbala para puntualizar el momento, el espacio, y hacerlo eterno y tan fugaz como aquel poema que te conmovió tanto que al otro día lo has olvidado.
Calma.

Es que estamos de vuelta en el otro lado.

Es que el vacío no encuentra resonancia, el momento no dura tanto, estamos en perspectiva y a un lado del mundo como aquello que siempre fuímos. Alejados de la fugacidad, sedientos de esa otra sed y felices –de alguna forma- de estar un poco tristes.

martes, mayo 15, 2007

Aquel que se detiene y busca su eco

Ciertamente escribo para mi, para sacar aquella cosas que me estorban, que me lastiman, que me asquean, que me ayudan, que me fortalecen, que me hacen sonreír, que me hacen pensar, que me hacen yo en mi andar por el mundo, y en un principio no esperaba aliento alguno de parte de ningún lector conocido o por conocer, pero me topé contigo y nos fuímos leyendo. Y ahora te has ido y yo aún escribo…

Y te hecho de menos.

viernes, abril 27, 2007

Aquel que se detiene a un lado del mundo

Hombre de andar reflexivo, charlando a media voz con el balanceo de sus brazos, con el andar de sus piernas, con ese mirar que a ratos susurra el anhelo y anhela el tacto del viento y la brevedad del valioso recuerdo que en su mente tiene una continuidad distinta a la cotidiana, la hedionda histórica y tan lejana de ese ideal que a unos metro se torna inalcanzable. Hombre de existencia en vilo, de dedos largos y ansiosos, de presagios conflictivos y espera inerte endeble en un lugar de luz y dulce aroma, de memoria potenciada, de valor sensible y vocablos enredados pugnando tu nombre, llamándote a ciegas, tentándote en silencio, hablándote de ti en aquel que es un poco reflejo de tu enigma. Estas a un lado del tiempo, y sobre ti se vierten palabras inmortales, indescifrables, de extensión rugosa signando un palmo ignoto aunque presente en esta lengua que no alcanza para describir la sensación de tu cercanía en esa distancia, en ese no-lugar que se presiente y augura días plenos de la otredad en que nos reconocemos nosotros mismos. ¡Qué difícil es tratar de ordenar unas cuantas líneas con todo esto! Qué difícil, y sin embargo, qué imposible es el dejarlo de lado, el ignorarlo en una parte. Dejarlo tirado como un trasto, olvidado como una nota sin contenido, simplemente dejarlo y que se vaya cada sensación con ello, o contigo, o con todo. Hombre de palabras secas, de conmoción erosionada o raptada por buenas maneras, enfilando, desde su campo, desde su canto, a ese lado del tiempo que es afuera y andando por años en busca de ese camino sin surco ni rumbo ni voz. Hombre a final de cuentas. Hombre que te mira y marcha en su circunstancia sobre y hacia el sitio en donde se sabe seguro y un poco cerca de ti a pesar de rondar en este particular rincón de tiempo fuera de aquel en donde existes tu, anhelo, furor, silencio, espera inerte, calma tibia, amor sin vocablos y deslumbrado por este nuevo saber que eres tu potenciando a este que soy yo.

sábado, abril 14, 2007

Aquel que mira y se reconoce

Hablo de usted… y de mí
hablo de esta temporal imposibilidad de disociarnos
de este escuchar suyo que desdibuja límites
de esta lectura suya que percibe horizontes
Nunca llegaremos a tocarnos
pero esta cercanía nos ha marcado
orillado al no olvido el uno del otro
punto final
El momento termina
Váyase ahora
Piérdase
diluya su presencia en nieblas de tiempo
para quedarse
aquí
conmigo

y

yo

con usted.

miércoles, abril 04, 2007

aquel que se mira y desconoce

Hay un supuesto que dicta
un correcto
ideático
mediático
pero lejos de aquel que se supone debería ser
y
no
soy

Todavía puedo seguir.

miércoles, enero 31, 2007

El paradigma caucásico

Lleno a reventar de lugares comunes, de normas que rigen la rectitud cívica, la religión sin nombre, el malestar cotidiano que pierde en el transcurso de los días forma y figura, después de lo cual solo nos queda una comezón que no puede rascarse si no es hablando, o escribiendo; en algunos casos no se alivia si no es destruyendo o creando, y otras tantas, la comezón no cesa si no es dejándolo todo, olvidar, y ser olvidado. De ahí, de este mal, surge la necia ansia de rascarse estas palabras hasta que salga sangre, hasta que quede costra, hasta que el malestar convierta este rostro en una máscara curtida en el frío del valle, forjada en los actos perdidos, pequeños, pero tantos que en suma son frustración y reinicio del ciclo. Y tan absurdo, malestar de brevedad y pocas frases. Que inocuo alivio, es menester actuar en caso de comezón, de veras rascarse. De verdad tomar la pluma y escribir si es eso lo que uno necesita, hablar, reírse a carcajadas, solo, no importa, que aquellos que lo tachan a uno de loco en seguida se pierden en la bruma de la memoria, andar a grito pelado y con cuidado, con cuidado, pues las más de las veces uno termina hecho una furia, y conteniendo, reprimiendo, como ahora

Que
La
Palabra
Se pierde

Se ahoga

En este escrito, en estas ganas de salir a buscarte.

En este largo no encontrarte.

jueves, enero 18, 2007

Rumbo de adulto

cambiante, más inevitable cuando todo y esto cambia para ser mala noticia y/o error adolescente, que no tiene nada de malo-en el momento- pero que se hace grande cuando un tercero se siente ofendido o menospreciado, y uno, uno que trama penurias por no dejar

Por hacer y no hacer

Por terminar bien todos los días

O limpio al menos, y no enterrado en una pila de mierda debido a todas esas cosas que no has podido hacer, o terminar. Maldición de convenciones, lo correcto esta escrito en la historia y uno que esta fallo de memoria y sin otro remedio que callar o pedir disculpas, en punto muerto, y puta madre…

Quiero decir: “estoy triste” pero no es eso

No es eso.