martes, septiembre 19, 2006

horas de desempleo

Tenia mil cosas dando vueltas en la cabeza mientras sumaba los minutos que la pequeña lloraba hasta que llego un momento en que yo mismo sentí deseos de llorar. En el techo se escuchan pisadas de la vecina que pasea su neurosis por todo su departamento mientras la ventana traduce el barullo que arman algunos infantes que gastan los primeros minutos de esta oscuridad en quemar cohetes sin afán chovinista y gastar las burlas a sus compañeros de juego mientras las palabras se ahogan en recuerdos aferrados a días pasados e instantes menores en donde la percepción de la vida estaba enfocada en el sabor del lúpulo y las calles vacías y los entonces horribles asientos de la biblioteca de la universidad autónoma metropolitana. La niña sigue llorando, me recuesto junto a ella mientras los menesteres revolotean en la cabecera y se vuelven puntos de más en el manchado techo de esta habitación perteneciente a otro conjunto de edificios que, aunque cercano a aquel sitio que nos trajera mejores y despreocupados días, es completamente distinto comenzando por el aire que acá circula pesado, y apenas entra por los pulmones. Boqueo, el calentador ruge llamas para poner a hervir agua para un largo baño mientras una especie de aritmética pone en la mesa datos, pensamientos, preocupaciones, cosa por decir y hacer y que todas juntas son catástrofe de minutos siguientes pues llego a un lugar en el que pienso: si tomáramos en consideración todas aquellas veces que hemos querido dejarlo todo para retirarnos, para rendirnos, entonces podríamos enumerarlas y al escribirlas llenaríamos libretas con la palabra lo mismo, compondríamos un oleaje monótono que irriga una playa abúlica; resultado de tener podridos los oídos de tanto escuchar opiniones asquerosas, o anticuadas, o vacías. El humor se diluye en las venas de esta ciudad cancerosa y neurótica, la medida de todos los días esta perdida entre millones de datos casi inútiles, buenas maneras y malas costumbres.
Estas y otras cosas son el impulso que me ayuda a dejar la cama todos los días, pero últimamente me cuesta más trabajo…

2 comentarios:

Umma1 dijo...

Escribís ta bien, Efe.
Decís las cosas con tanta precisión o emoción.

Efe dijo...

Gracias, Umma.
Pero lo he dejado de a poco, y bastante. Y este celoso oficio me pone tranca cada vez que regreso a la pluma o la hoja de texto. Es grato volver sobre mis pasos, pero hay tanto por hacer, hay tanto...