miércoles, septiembre 20, 2006

Horas de insomnio hambriento

La noche termina, dejos de luz signa un nuevo día que en cualquier momento terminará. Nunca antes me había parecido que las horas transcurrieran tan de prisa, como si de repente el tiempo cobrara conciencia de si y se lanzara al alcance de todo aquello que en su antigua marcha a perdido de vista.
Y corre como para alcanzarlo.

Y que carrera tan inútil.

En este esfuerzo por poner de manifiesto este sentir en las palabras, me descubro descalzo en mitad de la madrugada, con un ojo en el teclado y otro en el sueño de Silvana, luchando por espacio en la virtual hoja de papel en donde circunscribo este ahínco, este malestar, este insomnio hambriento. Hecho a andar la cafetera en busca de calor, con ella, la ciudad hecha a andar su propia maquinaria preparándose para despachar las horas por venir, productividad en ignición, alma en cuesta, charco de materia de sueño donde se reflejan mil personas y detrás de ellos cientos más en boga y marcha a corazón partido y manos callosas. Contexto sin halagos, promesa de dificultades que circula a manera de noticia y clima político calmando sus aires, ventilando la idiosincrasia, la educación; la materia de sueños en la que miles han sido criados, esos deseos de un poco más en el que este país se sume, se place entre sus olas. Ahí estoy, náufrago de sustento, sobreviviendo la patria y el relámpago, aferrado a un tronco/anhelo que me mantiene a flote a duras penas, aceptando que, quizá, ya no es hora de fraguar sueños si no de trabajar las realidades.
Y la realidad, ¿cómo se presenta? Como un enorme abanico, como una gama de colores cuyo valor tonal es música tremenda y la búsqueda del interprete, como una felación callejera, el abrazo nocturno, la palabra al fin afuera y es un grito, la presencia de vida como sed apagada, satisfecha y gestándose de nuevo a si misma, como la flor, la espina desértica que guarda dentro de si la promesa de la continuidad. Todo eso esta aquí mismo, en la historia que guarda cada objeto, cada persona. Todo eso me alienta y no, me llama y no; me lanza a una nueva búsqueda, a un nuevo proyecto, un encuadre distinto alimento de estas pretensiones cinematográficas; o me aparta, me deja fuera de posibilidades reales de realización, y en mi lugar, con mi reciente familia, sin empleo, con cámara en mano y de nuevo ante el amanecer.
Amanece, Silvana desierta, mi tripa también, voy por un café y un biberón. Bebo a sorbos mientras la pequeña desayuna mirando fascinada los efectos visuales que el reproductor de música de la computadora despliega al compás de la melodía en turno. La primera hora de la mañana pesa en los parpados que se debaten entre la retirada o la resistencia, entre el concurso de animación o el aviso oportuno, entre aguantar o retirarse un poco, salirse un poco de esta vida tan incierta y tener dinero para pagar a tiempo la renta, o continuar, hacer de tripas corazón y oídos sordos a este canto de sirenas, y seguir, poner imágenes en secuencia, sonidos a los colores y vida a lo en pantalla acontece, estoy decidiendo.
Decido mientras me veo a mi mismo, Interior/ día/ departamento temporal. Zoom out de plano medio del protagonista quien se encuentra sentado frente a un escritorio, escribe en el computador mientras la mañana avanza a tientas. Voz en off: “Quiero decir que estoy considerando un breve retiro, una ausencia, un fármaco que apague momentáneamente este anhelo, esta voz que pide más y de nuevo. Quiero decir que hoy dejo un poco de mi en esta pausa deseando no perderme en el camino, en el paréntesis. Anuncio la publicación de las pretensiones cinematográficas para dejar signos reconocibles a mi regreso, y un reflejo, una voz que hable por nosotros y estos días como memoria/materia de futuras ocasiones…”
Cuando termina de escribir, el protagonista selecciona todo lo escrito, y lo borra, y se arrepiente y lo trae de vuelta, y lo vuelve a borrar. Mientras él decide que hacer con estas palabras, la pantalla se oscurece, el panorama se oscurece, y un ligero olor a leche cortada circula en el cuarto. Silvana exige un cambio de pañal, allá voy, aún decidiendo, pero sintiéndome bien a pesar del cansancio y el desvelo. A sido grato escribir sobre esto.

No sé –aún- que hacer, pero eso no me preocupa.

Creo que de la decisión saldrá el tema del próximo video…


2 comentarios:

Umma1 dijo...

Son muchas cosas sobre tus espaldas, tu corazón y tu cabeza.
Una a una se irán resolviendo.

Efe dijo...

seguro, segura/mente distante y de a poco, de a poco...

UN abrazo, umma