viernes, mayo 05, 2006

No me parezco a ninguno de mis padres...

No me parezco a ninguno de mis padres; nací en un día olvidado de mayo, en el año de 1978.
Mía fue la bendición de no haber visto mi rostro en el espejo durante mi corta inocencia; nuestro el siglo de los espacios pequeños atestados del prójimo.
Y así, con todos los ojos del mundo sobre mi cabeza, me abrí paso en calles que nadie recorría, o que andaban en un muy corto trecho; la costumbre de hablar de los demás se me antojaba insoportable y vana, y sin embargo, eran todas aquellas voces las que me mantenían tranquilo, sano, y cordialmente en silencio.
El silencio, que durante mucho tiempo precie como una propiedad exclusiva pronto se extendió.
Y las voces callaron.
Perdí mi sanidad el día que mire al mundo sosteniendo silenciosamente un espejo frente a mí. Mi rostro no era la máscara que todo hombre porta para enfrentar a otros hombres, mi cuerpo era una enorme ampula, diáfana e informe, terriblemente blanda y húmeda.
Entonces comprendí el porque de las voces, y los dueños de las voces comprendieron el porque de mi silencio; cuando quedamos todos frente a frente, y sin palabras en los labios, fue claro que no serían ellos quienes se disculparan del curso de las cosas que aún ahora resultan incomprensibles.
Escondí la horrible transparencia amarilla de mi cuerpo en el único lugar en donde las ideas cotidianas no me encontrarían, aspire una honda bocanada del aire gris de las ciudades que había conocido hasta entonces, y con mi último halito de inocencia, lloré.

No se esta más solo en soledad que en incomodo contacto, forzado, con el resto de la gente; y apenas formulado este pensamiento me convierto en el paradigma de la contradicción, pues solo deseo encontrarme una vez más entre aquellos que me desprecian; no por amor, si no por costumbre. La vida, mi existencia, se ha vuelto insoportable mi sola compañía, anhelo aquellas voces que antaño me mantenían tranquilo, sano, y cordialmente en silencio.
Así, la necesidad me obligó a adoptar las posturas enfermas que permiten ser parte de la sociedad de las ciudades tristes; mi disfraz tenía los bolsillos vacíos, pero fui recibido con una sonrisa.
Desde entonces no decepcioné a nadie, mi comportamiento para con los demás era el mas apropiado y siempre tuve la cordialidad de mis compañeros para sentirme en completa paz con la comunidad; nunca antes la historia había tenido entre sus paginas intrínsecas a nadie tan deleznablemente vulgar e hipócrita.
De esa manera, jamás el peso de la culpa doblo mis espaldas por completo pues compartía la carga con todos y cada uno de mis compañeros de juegos; juegos que nadie tomaba por perversos pues solo jugábamos con palabras, las torcimos siempre, deformando cada vez mas hasta que en su deformidad grotesca se tornaron algo mucho más insoportable que la cacofonía de la insana cordialidad: no decíamos mas que verdades escondidas en un dejo de zalamería.
El juego, antes el común entre nosotros, termino como la marcada diferencia que puso fin al juego mismo; nunca más pude encontrarme con mis amigos sin tener la imperiosa necesidad de sonreír como lo hacen los ahogados. Pero no por eso se convino un cambio en nuestras actitudes, por el contrario; la cordialidad es perpetua ante la relajante distancia que nos inventamos junto con el tiempo y las actividades cotidianas; se continúan, ininterrumpibles, las voces que me mantienen tranquilo, sano, y cordialmente en silencio.

Ahora una interminable rutina, la locura acaricia mis sienes pero yo no puedo atenderla, pues mis deberes gritan más fuerte.

Una noche, comparando nuestros niveles de éxito sentados alrededor de una mesa, emulando a los antiguos cazadores rodeando el fuego después de un día de presas, sangre y recompensa; tomamos una dama y la desnudamos sutil, enteramente, y sin piedad alguna, la violamos sobre nuestra mesa.
Maldita la resaca que al desvanecerse aclara la mente por momentos, maldito el sueño etílico que esconde las memorias, y las muestra de golpe en un instante de lucidez solo comparable con la iluminación divina, y maldita la condición del hombre y su irremediable rendición ante los sentimientos; pues al irse la gloria alcohólica la dama humillada se presento demandante ante mí, exigiendo a gritos muerte o consuelo, pero yo no puedo darle ninguna de ambas pues su drama me ha conmovido hasta la inutilidad, su pena me pertenece porque aquella dama es mi conciencia.
Lloré una vez mas, ambos lloramos. Llorando recorrimos calles que hacia tanto tiempo habíamos dejado de ver, pensando todo el tiempo cuan inútil resultaba el pensar cosas que ya no podían remediarse mas que con acciones; nadie puede tirar los dados y arrepentirse cuando los números han sido mostrados.
El andar sin animo de andar, nos devolvió a una comunidad que hacía algún tiempo había tachado de insignificante; la violada fue recibida sin prejuicios a condición de ser llevada, nuevamente, a la mesa redonda de los incautos... y acepte, ¡Oh! Acepte, ¿¡por qué!?, loco, loco estúpido, tu vanagloria ante la seducción de un cuerpo desnudo al otro lado de la puerta de la sanidad nunca fue mas fuerte que la locura misma, cruzaste el umbral y no te diste cuenta.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro, muy parecida a la sonrisa que esbozan los ahogados; pues la locura siempre estuvo conmigo y ahora mismo es la locura la que me hace sonreír, es tenaz y su persistencia despierta mi ternura, mas no puedo rendirme aún a sus caricias pues quiero disfrutar de lo que viene con toda la lucidez que me sea posible; quiero y necesito la condolencia de la comunidad antes de desfilar ante los colores vivos que se reflejan en el eterno espejo que las voces no han apartado de mí.
Tomo la lastima como un sucedáneo; regocijado ante la esperanza de tranquilidad, desnudo de nuevo a la violada y ella no se resiste, acepta el manoseo, la exploración, y la brusquedad del acto; la veo apretar ansiosa contra sí las acusaciones que la signan como una loca perdida, como una puta. Desesperanza ahora que el acto termina, la dama yace sobre la mesa con la mirada lánguida... no sirvió, nada sirvió; las condolencias no llenaron el hueco que debían llenar, vendí mi alma a un puñado de pordioseros y ahora debo dejar la última traza de humanidad que, como la inocencia, se pierde en el tiempo en llanto amargo... mi disfraz siempre tuvo los bolsillos rotos pero ahora ya no puedo disimular el estigma del fracasado.

Ya no quiero andar más, observo a mi dama acostada sobre su espalda esperando el momento en que la levante y nos marchemos, pero tal vez eso no suceda jamás: trato de cubrir su desnudes con mis manos pero cada persona que pasa insiste en mirarla y no puedo evitarlo.
Los días se suceden y ya no nos queda carne para ser devorada por los curiosos.

Una mujer nos observó todo ese tiempo; a lo lejos, su silueta era lo único que no cambiaba en el paisaje. Un día se acerco y dijo: “ven conmigo”, y yo la seguí...
“Eres descuidado” -decía al andar- en toda tu vida lo único que has hecho es tratar de evitar la mirada de los otros, incluso creíste que su repulsión se debía a tu cuerpo mal nacido; ahora que ya no te queda mas que el huir de los que anhelas cerca, te mostrare la simpleza en que consiste ocultar la desnudez a la que te sientes ineludiblemente forzado”.
Y acto seguido, tomo mis manos y con ellas cubrió mi rostro, y las voces callaron una vez más.
No escucho nada.
“Que quieres escuchar y yo lo diré”.
No... necesito las voces.
“Para qué, no dicen nada de cualquier forma”.
El silencio me desespera.
“La desesperanza es parte de la condición humana, lo mismo que la tristeza”.
No, necesito la tristeza...
“La tristeza eres tú, solo eso, siempre has querido evitar la mirada de los otros pero insistes en escucharlos; escuchar permanentemente las voces que según tu, te mantienen tranquilo, sano, y cordialmente en silencio... tal es un engaño; nunca has estado más tranquilo como ahora que estas conmigo, ahora que estas loco; con el rostro cubierto trasciendes a tu desnudez, porque de esta maneras evitas definitivamente el espejo que interminablemente tienden ante ti. Tú no eres tu rostro”.
Y se fue, escuche sus pasos alejarse; cuando regreso estaba cubierta de sangre, el hedor la delataba como asesina y eso no me importo.
Anduvimos juntos durante largo tiempo como dos amantes aburridos de sí, ella delante de mí, yo delante de ella; la cercanía no fue parte de nuestros actos porque tal vez nunca quisimos, realmente, terminar como terminamos.
La ciencia se volvió tema habitual entre nosotros, y quienes nos escuchaban al pasar nos invitaban a ser parte de una especie de hermandad, y por diversión aceptamos. Devuelto a la comunidad, nadie puede dejar de notar que ese es el punto en el que el circulo empieza y termina. Un salir y entrar al aro, como los peces desearían poder salir y entrar de la red, solo para poder burlarse del pescador que insiste en un inútil oficio; como los hombres desearían tener un pescador del cual burlarse.
El gozo del elitismo fue efímero, todos aquellos supuestos hombres sabios pronto demostraron su falsedad; la comuna se torna una caricatura grotesca acerca de los conocimientos y la cultura. Nada sabíamos, y no nos dábamos cuenta de ello.
Entonces qué, a quién, por qué seguir un ideal si nadie sabe a ciencia cierta lo que cree que sabe, por qué seguir normas que nadie respeta; la admiración de los ídolos es nada cuando los fanáticos caen en cuenta de que sus adorados no flotan como juran que pueden hacer; he sido criado entre estúpidos y ahora no sé de que otra forma comportarme.

La mujer, endurecida por las costras de sangre seca, ahora desfila con todas las cosas a las que he decidido abandonar. Me mira sin expresión en su rostro y sabe que, ahora sé, de quien se trata. Aquella mujer y la dama violada son una y la misma; siempre supo que la abandonaría, pues ya lo había hecho en ocasiones pasadas.
Vuelto a la parte en la que camino sin rumbo; dos perros van detrás de mí, y hablan, hablan de estupideces que ya he escuchado antes –ahora todo me parece estúpido- me detengo para verlos pasar, y mirando la manera en que mueven la cola mientras charlan, río, como hace tanto tiempo no lo hago, la carcajada se parece a un ladrido que altera a los que se alejaban y dejan su charla para después, me ladran y no puedo dejar de burlarme de ellos; otros perros se unen a nuestra violenta risa que se prolonga hasta el amanecer y el próximo, y así hasta el siguiente día; y de esa forma, ladrando, muero.

Muerte.
Enloquece.
Muero.
Obligado.
Muerto.
Olvidado.
Muere.
Se feliz.

Una lagrima obligada por la risa se mantiene en precario equilibrio entre mi ojo y un abismo; mi otro ojo, empequeñecido por una batalla que no recuerdo, y en mi boca, al fin, se dibuja verdadera una sonrisa, como sólo el ahogado. Un ligero viento eleva mi cuerpo que ha dejado de tener peso; vuelo, cual hoja muerta al final de los días; un querubín me atrapa y me lleva consigo a un lugar que apesta a guayabas. Fui obligado a hablar con la verdad que los habitantes de aquel sitio anhelaban, y también fui tratado con la informalidad con la que se tratan los parientes lejanos.
Así es el infierno, una interminable sucesión de días inútiles.
Sin castigo o recompensa, no hay mas verdad que aquella que reza que todo es mentira, nada de lo que cualquiera pueda hacer o decir sirve para conocer el otro lado de una puerta que nos ha sido mostrada como inalcanzable; y es por eso que nos volvemos parias, por que todos, en algún momento de aquello que los demás llaman vida, tenemos la confusa certeza de saber que la puerta es inalcanzable porque no existe.
Abandonado sin la posibilidad de que aún muerto, pueda dejar de ser... solo un momento, la milésima parte de un segundo o menos que eso. Dejar de ser es todo el descanso que necesito y sin embargo me esta negado; solo puedo dejar de estar, y quiero estar solo.
Evitando, como me enseñara aquella mujer, la tonta mirada de los alados, corrí presto a cumplir mis deseos, encontré un agujero en el suelo y me escondí en el. Ahí había un gusano y su comuna; aquel gusano se acerco a querer hablar conmigo, ¡el colmo!, evadí preguntas y seguí corriendo agujero adentro hasta que definitivamente perdí de vista a todos, o mejor dicho, todos me perdieron de vista. No maldije, no grite, no llore; solo espere a que terminara aquel momento de soledad que me había construido –por que nunca duran cuanto quisiéramos- anduve un poco mas, y me encontré con Dios, que era alto y de una delgadez extrema, terriblemente blanco, indeciblemente triste; me miro por un momento a los ojos y no pude evitar el sonreír ante la ironía, un alma pagana frente al sueño de todo devoto, quise decírselo a él, que riera conmigo, pero no pude; pues de sus ojos me dio a beber del trago amargo que es la inmortalidad, del incomparable dolor de ver pasar interminables los días, dolor que se dibujo nítido en mi mente: tenía forma de mujer y de hombre, y de niño, y de anciano; del hastío aburrimiento de no ver nada nuevo en la insípida corriente de lo que han llamado tiempo; si no es posible oír la locura, si no es posible siquiera palparla, deben temer ahora que saben que se puede mirar, Después de comprender cual es la diferencia entre Cordero y León ya no queda en el universo mayor misterio que desentrañar.
Luego, fue él quien sonrío, y aferrándome del hombro dijo: “No creas nada de lo que dicen de mí”.
Diciendo esto, me comió. No sentí necesidad alguna de escapar de su vientre como quería escapar de su infierno.

Luego... fui excretado al mundo material, en un día que me signa como un Tauro.
Devuelto divinamente a las voces que me mantienen tranquilo, sano, y cordialmente en silencio...

5 comentarios:

Mirando y Pedaleando dijo...

:o

Por fin terminé de leer tu post que siempre era interrumpido por algunas cosas pendientes que hacer...

Como "La continuidad de los parques" de Cortázar... nomás que de tortura extrema, al menos para mí. Vivir tantas veces me sería sinsentido y entonces quedaría insana yo creo.

Efe dijo...

Como Cortázar... quizás algún día :)
Vivir una vez es demasiado, cierto. Es por eso que quién narra termina un poco alejado del mundo tal como las convenciones lo conciben.
pienso en aquello de las pretenciones cinematográficas, con un poco de valor me lanzo a escribirlo en otro Blog... pero apenas es proyecto. Gracias por venir :D

Dark Light dijo...

Muy bello y muy interesante lo que escribes...
Me gusta leerte, es agradable tu forma de escribir aunq a veces me cueste trabajo comprenderla.

Efe dijo...

Gracias, luz oscura, por la visita.
Y por todas las otras :)

Anónimo dijo...

Estaba buscando otro tema y me quede impresionado con lo que escribes sigue asi .