sábado, noviembre 12, 2005

Fragmentos de momentos pasados

Lo que quita la vida trae vida, lo que invita a la muerte no es la muerte. Ahora estoy un poco más tranquilo; la posibilidad de morir no me asusta más, sin embargo, me inquieta. Por que entre tantas reflexiones siempre atraviesa tu imagen cualquier campo en que me este moviendo, y bailas. Bailas a aquel pausado compás del tic-tac, y en tus labios una sonrisa. Sé que te burlas de la cotidianeidad, o acaso de aquellos que en ella se pasean y se rinden al impulso de seguir el ritmo del reloj, y bailan por que no saben que más hacer; sé que sabes que sé que te burlas, y tal vez también te burles de mí, por cualquier cosa, cualquier nimiedad que no es más que un fragmento de mí, de ti, o de cualquiera de nosotros, los convidados a la fiestadediario. Te burlas por que te escapas de la reunión cuando quieres, aún que haya veces en que tu misma te encuentres rendida y sumida en el ir y venir de los demás, te burlas por que sabes que siempre puedes cambiar de ritmo –ya lo haz hecho antes- pero por ahora, prefieres seguir el ritmo establecido y burlarte de aquello donde nada es importante y todo vale la pena. Concédeme esta pieza, bailemos de manera ridícula, vamos tropezando con los demás, no importa, mañana habrá otro baile, entonces quizá sigamos el ritmo, de momento bailemos, inventémonos un momento por que tal vez no quedan muchos, no lo sé. Baila, baila, déjame festejar cada paso, cada movimiento; pidamos disculpas al unísono y volvamos a empezar; derecha, izquierda, adelante y una vuelta, o dos, o más. Baila, no te detengas; dime si me esperas. Dime para que pueda esperar sin inquietud a la muerte, a mi muerte. Dime que me esperas para tener argumentos y pedir una prorroga; dime que me esperas para no morirme.
Tic tac, tic tac.

Bailemos, ahora al lento compás del reloj.

Es tarde, el reloj de las responsabilidades dice que es hora de dormir, el reloj de las festividades dice que esta no es una fecha importante, el reloj que no tiene nombre dice que no haga caso a ninguno y que siga con la catarsis, o el vomito, o cualquier cosa que se supone que sea lo que escribo; es hora de continuar ahora que las imágenes se han ido. Es hora de detenerse cuando las imágenes se vayan para siempre, dejar de escribir cuando para divagar necesite de un método. Es hora de poner en claro que estoy haciendo; por qué, para qué, para quién. Tomo los sucesos de los últimos días y les invento un sentido, para que estos días puedan pasar con la mínima certeza de que algo habrá de bueno en ellos. ¿Algo? Cualquier cosa. Cualquier nimiedad, de dolor, de alegría, de tristeza ¡De algo, caramba, pero que no se sucedan vacíos! Basta, basta del tema, basta de ver los días como un sin-sentido o como la perdición de los congéneres o el acabose de mi misma persona. ¿Por qué o desde cuando me volví tan importante?
Me volví importante en el momento en que me quede solo.
Es tarde, el reloj –cualquiera- aconseja sabiamente abogar por el descanso, debo dormir. Partir a esta hora de desencanto... es de noche.

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