lunes, noviembre 21, 2005

La giganta de los días difíciles

... esta ciudad no es natural, tan fría y gris. Pero es salvada todos los días; el alba es rosa y el crepúsculo anaranjado a pesar de que el cielo es azul, siempre, más no por ello es ordinario. La complejidad de los actos se disfrazan de simpleza y son olvidados por la vida cotidiana: “Así son las cosas, y punto” es su mejor argumento para dejar que los días corran sin que ello los mortifique más de lo que creen necesario. Pero, ¿Son culpables? ¿Es culpable cualquiera de nosotros por tener la inherente necesidad humana de sentirnos bien, o a salvo, o seguros? No, nadie es culpable a pesar del crimen o de las apariencias, nadie es culpable por que nadie es, rezamos por una personalidad pero todos estamos amalgamados en cierta forma con la ciudad y sus costumbres, en el enorme, tristísimo seno de la giganta. Perdóname, ciudad, giganta, Grisomante, fuiste monstruo por la habilidad del hommo en crear habitats tan inhabitables, perdona el que tus vestidos deban ser de colores chillantes, pero la tristeza –como la ignorancia- disfrazada se nota menos. Perdona si no quiero ser parte de tu seno, pero no puedo más mezclar mi confusión con la tuya. Me alejare en la lluvia sin despedidas a pesar de que, probablemente, nunca me vaya de aquí; perdóname si te digo que prefiero estar triste que estar contigo.

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