miércoles, noviembre 30, 2005

Estos días (dos)

La sabiduría popular se hace presente y dicta: “El tiempo no perdona”. El tiempo entonces abre los ojos ante la afirmación y ríe con sorna, y sigue su marcha bailando a un lento y pausado compás.

Tic, tac, tic, tac...

Eso no es el tiempo, o una campana. Es un demonio que no pertenece a la naturaleza divina y nos mira desde su pedestal de supuesta importancia, y sonríe imbécil a cada hora. Nadie escapa a su influjo.
Sonrisa multiplicada por millones en una rutina programa por quiensabequién que ahora es nuestro dogma. Lento tic, tac que no es alcanzable o equiparable a los atletas cotidianos que dan saltos furiosos, corren como gacelas olímpicas y sudan para tratar de ganar a las doce horas que tienen por contrincante y nunca lo logran; y yo, yo que no soy persona obsesionada con el tiempo tengo tres relojes a los que atender. Tres relojes, aquellos que me signan como persona: uno, el reloj de las obligaciones auto impuestas, es el reloj que todos tenemos en casa, el que nos hace levantar cada mañana y nos obliga a correr entre los autos, esquivando a las personas que tienen menos prisa que nosotros, el que nos dice la hora para comer, para llegar, para irnos, el que nos dice que día es idóneo para salir a pasear, para organizar una fiesta o simplemente salir con las amistades, el que nos manda a la cama por que es tarde y al otro día hay que levantarse temprano para llegar a tiempo, aunque para eso siempre se tenga que salir corriendo a esquivar autos y personas que tienen menos prisa que nosotros y así cada día de cada semana, de cada mes, de cada año... Tic, tac, tic, tac.
Otro reloj, que parece ser igual que el anterior, marca las horas de las festividades cuando estas llegan, y cuando se repiten. Las nueve, las once, las doce, las tres; noche, mañana o tarde; a.m., p.m.. antes de la muerte o post mortem; debo disculparme por las nomenclaturas inventadas, es solo el animo que me causa el celebrar una fiesta que en otros años fue la misma, el mismo día y a la misma hora; y si, acepto que es el orden el que nos trae libertad, pero ese mismo orden ahora me parece perverso pues el tiempo corre y sin embargo las fiestas siempre se repiten y en la última en la que estuve presente tuve que partir, pues la sensación de círculos temporales me hartaron ad nauseam. Y tuve que gritar para saber que estoy equivocado; grito y no encuentro ecos, no de inmediato; y entonces la certeza de que alguien esta mal, yo o los demás. Tal vez sea yo quien este equivocado, tal vez el tiempo –lo que en estos días llaman el tiempo- de verdad sea circular, y solo sea alguna especie de psicosis la que me ataca y me hace ver el tiempo como una línea recta, deformada por la necesidad humana de aferrarse a algo vivo. Sí, tal vez sea yo el equivocado, autor de errores –y horrores- que cree que algo anda mal por tener que celebrar una fiesta que aparentemente es la misma y sin embargo, su reflejo en el espejo le dice que tal vez, y solo tal vez, algo en verdad esta mal, pues el reflejo diario muestra siempre la misma imagen, siempre, inevitablemente yo, y a pesar de ello, nunca el mismo... Tic, tac, tic, tac.
La cotidianeidad y sus reglas, los pasos del baile que todos sabemos, la fiesta a la que todos estamos invitados, la única reunión en la que todos estamos presentes; la cotidianeidad es la promesa de que las utopías tal vez puedan hallar un modo de ser realidades, pues es la cotidianeidad la reguladora mas efectiva del hombre y sus congéneres –todos ellos- porque en el andar cotidiano nadie es mejor que nadie, a todos nos asiste la razón, o podemos estar equivocados en la misma medida. Sí, ahora estoy convencido; yo estoy mal pero tu también lo estas, todos nosotros. De nada nos sirve saber, o tener conciencia de todos los amos a los que debemos servir –por que nadie escapa a ello- si pensamos que el acatar las reglas nos mantendrá a salvo, o cuerdos, o vivos. No es perversa aquella máxima optimista que dice: “hay que vivir la vida” por que lo único sensato que podemos hacer es vivir con ahínco o sin el, pero vivir, vivir y jamás perder la perspectiva de que se vive para morir. Por eso la imagen en el espejo parece engañosa, cada día que pasa, cada hora; cada momento vivido me acerca un poco más a mi muerte; la imagen parece siempre la misma pero dejo de ser quien era en el instante mismo en que creo ser. Este es mi tercer reloj, el que sin ser lo que demás llaman vida regula la vida –o la muerte. No, sería un error tratar de asignarle un nombre como “reloj de la vida”, o “de la muerte”, o que sé yo. Pues tal sería querer separarlos y eso es imposible por que vida y muerte son una misma cosa. Lo que quita la vida trae vida, lo que invita a la muerte no es la muerte. Ahora estoy un poco más tranquilo; la posibilidad de morir no me asusta más, sin embargo, me inquieta. Por que entre tantas reflexiones siempre atraviesa tu imagen cualquier campo en que me este moviendo, y bailas. Bailas a aquel pausado compás del tic-tac, y en tus labios una sonrisa. Sé que te burlas de la cotidianeidad, o acaso de aquellos que en ella se pasean y se rinden al impulso de seguir el ritmo del reloj, y bailan por que no saben que más hacer; sé que sabes que sé que te burlas, y tal vez también te burles de mí, por cualquier cosa, cualquier nimiedad que no es más que un fragmento de mí, de ti, o de cualquiera de nosotros, los convidados a la fiestadediario. Te burlas por que te escapas de la reunión cuando quieres, aún que haya veces en que tu misma te encuentres rendida y sumida en el ir y venir de los demás, te burlas por que sabes que siempre puedes cambiar de ritmo –ya lo haz hecho antes- pero por ahora, prefieres seguir el ritmo establecido y burlarte de aquello donde nada es importante y todo vale la pena. Concédeme esta pieza, bailemos de manera ridícula, vamos tropezando con los demás, no importa, mañana habrá otro baile, entonces quizá sigamos el ritmo, de momento bailemos, inventémonos un momento por que tal vez no quedan muchos, no lo sé. Baila, baila, déjame festejar cada paso, cada movimiento; pidamos disculpas al unísono y volvamos a empezar; derecha, izquierda, adelante y una vuelta, o dos, o más. Baila, no te detengas; dime si me esperas. Dime para que pueda esperar sin inquietud a la muerte, a mi muerte. Dime que me esperas para tener argumentos y pedir una prorroga; dime que me esperas para no morirme.
Tic tac, tic tac.

Bailemos, ahora al lento compás del reloj.

Es tarde, el reloj de las responsabilidades dice que es hora de dormir, el reloj de las festividades dice que esta no es una fecha importante, el reloj que no tiene nombre dice que no haga caso a ninguno y que siga con la catarsis, o el vomito, o cualquier cosa que se supone que sea lo que escribo; es hora de continuar ahora que las imágenes se han ido. Es hora de detenerse cuando las imágenes se vayan para siempre, dejar de escribir cuando para divagar necesite de un método. Es hora de poner en claro que estoy haciendo; por qué, para qué, para quién. Tomo los sucesos de los últimos días y les invento un sentido, para que estos días puedan pasar con la mínima certeza de que algo habrá de bueno en ellos. ¿Algo? Cualquier cosa. Cualquier nimiedad, de dolor, de alegría, de tristeza ¡De algo, caramba, pero que no se sucedan vacíos! Basta, basta del tema, basta de ver los días como un sin-sentido o como la perdición de los congéneres o el acabose de mi misma persona. ¿Por qué o desde cuando me volví tan importante?
Me volví importante en el momento en que me quede solo.
Es tarde, el reloj –cualquiera- aconseja sabiamente abogar por el descanso, debo dormir. Partir a esta hora de desencanto... es de noche.

4 comentarios:

ela dijo...

ta veo que remodelaste tu casa... no he tenido chance de leerte, pero suena interesante, pasaré por aqui con más tiempo, un besote!

Efe dijo...

Gracias por la visita y el beso Canelita, estos días terminan -quizá mañana- para dar paso a otra cosa...
Saludos desde esta caótica ciudad de México.

Anónimo dijo...

tenés voz...
tenés pies......
tenés manos....
tenés poesía.....
seguro tenés algo más en qué pensar,sino sea el tiempo que trastorna de cuando en cuando
mqa

Efe dijo...

El tiempo, el tiempo ahora y despues de la metamorfosis, es el tempo parte del devenir que es esta naturaleza mía, es el tiempo el que me inspira, me obseciona, me trae de vuelta a esta silla, a esta máquina, y me invita a teclear...
Pero, claro, también tengo otros pensamientos.