martes, enero 17, 2006

Cerré la ventana, el aire frío se quedo a tomarse un café conmigo…

Y cuando la luz llego para iluminar de nuevo esta parte del mundo, yo ya me había ido. Mi alma se lanzo, desde la misma ventana, a buscar a aquella que había perdido. Yo no podía quedarme en aquel lugar, así que abrí por completo la ventana, y salí detrás de ellos.

Para aliviar la sensación de vacío.
Para salirme de ese cuarto tan frío.
Para gastar este furor que me acaba.
Para darle alcance a mi alma.
Para sentirme un poco más completo durante esta sensación de ingravidez, para sentir el mundo de otra forma, en el aire, como una palabra, como una frase completa, como un avión de papel en vuelo efímero; como una parte de una idea que busca refugio, como un destello en la oscuridad. Vuelo, y en mi vuelo te busco, te anhelo, te invento en el viento que recorre mi cuerpo. Te veo en todo lugar, eres la persistencia de mi memoria, el sabor que le falta a mi saliva; eres la sensación perdida en mis manos, el otro aroma de mi cuerpo; eres la herida en mi costado, la bomba hilarante en mi estomago, la fuerza de mis pies, cada paso dado en rededor y en aras de otro momento más de ti. Eres la larga ausencia, mi confrontación, mi deseo, mi descanso, mi vuelo efímero.

Una vez que hube bajado a la tierra, me encontré lo suficientemente lejos de casa como para pretender regresar a pie. Así que me senté a la sombra de una pared muy larga aunque no muy alta, y descanse ahí.
Soñé sueños con alas y viejos amigos a mi encuentro…

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